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Los mejores (o peores) anuncios antiguos sobre informática

Abel Bueno

Abel Bueno

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Es conocido el dicho de que cualquier tiempo pasado fue mejor, tan cierto en algunos casos como falaz en otros. La nostalgia es un arma y hay ámbitos en los que el tiro sale por la culata: sin ir más lejos, con las nuevas tecnologías.

Pero ¿qué prueba nos queda de ello, si los ordenadores entran y salen de nuestras vidas como amores de verano? Ahí entra en juego, entre otras cosas, la publicidad, ese fiel reflejo de los ideales de cualquier época, de su estética y de sus valores.

Acompáñanos por este viaje al pasado, mezcla de entrañable cariño y vergüenza ajena, para comprobar los clichés y lugares comunes de la publicidad informática en su primera época dorada, las décadas de los 70 y 80.

El mito del hombre de negocios

Hay que tener claro que el ordenador personal en los 70 y 80 era, por precio y por prestaciones, un lujo solo al alcance de empresas y particulares con alto poder adquisitivo. Se entiende así que el protagonista de la mayoría de las campañas fuera el hombre de negocios. Evidentemente no hablamos de la mujer, porque muchos tópicos machistas aún estaban en boga.

Empresario intimando con su víctima

Lo que no resulta tan comprensible es que se colocara al hombre de negocios en situaciones bastante surrealistas: en ellas, la computadora era prácticamente un genio encerrado en una lámpara de plástico y que traía avances de ensueño a señores crédulos. Un poquito de seriedad, por favor.

“¿Qué demonios es el correo electrónico?”

Y no hablemos ya de cuando se introdujeron los videojuegos en el catálogo del software doméstico. Durante la edad de oro del sector fuimos testigos de una reconversión que, en algunos casos, seguía apuntando al mismo tipo de público. ¿Podía ser el caballero de camisa y corbata impolutas un jugón? Según la publicidad, podía ser aún más…

Contable de día, rana de noche… Amigo de Seinfeld el resto del tiempo

Datos, datos… ¡necesito datos!

Un procesador rápido, una buena cantidad de memoria… No nos engañemos, los números nos siguen importando, pero la experiencia de uso se tiene cada vez más en cuenta al comprar un ordenador.

Sin embargo, hace treinta años esto era radicalmente distinto: el principal argumento de ventas venía dado por cifras que, sí, podían ser sorprendentes en su momento, pero desde luego no envejecieron muy bien.

¿Cuánto estarías dispuesto a pagar hoy en día por un disco duro de 10 MB? ¿Lo mismo que por dos computadoras de último modelo? Que aprendan los genios de marketing: las cifras son tan inútiles para vender a largo plazo como la palabra “nuevo”.

La venganza de los novatos

Vapuleados por sus compañeros de clase, los nerds o empollones vivieron su época de gloria en los ochenta, cuando el ordenador personal pasó a formar parte de la vida cotidiana y sus creadores fueron vistos como una especie de ídolos intoxicados por el vil metal. Al menos, esto es lo que se extrae de la sesgada historia que nos cuentan los anuncios…

Algo de cierto hay en todo ello, no obstante. Personajes como un joven y poco atractivo Bill Gates se colaban en las revistas de todo el mundo, poniendo cara y ojos (cuatro exactamente) a sus respectivas marcas.

La idea estaba clara: si este chaval había sido tan listo como para hacer esa máquina tan complicada, ¿no sería igual de genial todo lo que me quisiera vender? Claro, instala Windows ME, vienes y me lo confirmas.

Vienen del espacio en son de paz

Durante la revolución del ordenador personal, por los cines pasaron clásicos de la ciencia ficción y la fantasía como Star Wars, E.T. El extraterrestre o Tron. Como era de esperar, la publicidad no tardó en aprovechar esta moda para vender avanzadas máquinas a las multitudes.

¡Pobres de nosotros, que vivíamos cegados sin conocer las maravillas de otros planetas! Para eso aterrizaron en el nuestro estos cruceros intergalácticos: para enseñarnos lo imprescindible que puede hacerse un procesador de texto en una pantalla de fósforo.

Pero todo tiene un lado bueno, y aquí se produce cuando nos hacemos con el control de uno de estos aparatos enviados desde otra dimensión: una explosión de luces similar a lo que creemos que sería la llegada del nuevo Mesías, nos anuncia al Timex Sinclair 1000, un ordenador de 3,25 MHz de velocidad de CPU y una memoria de 2 KB. Una excesiva grandilocuencia que busca hoy su excusa en que “eran los 80″…

Pequeñas grandes máquinas

Puede que no supiéramos por entonces hasta qué punto llegaría la miniaturización a los ordenadores, pero está claro que la portabilidad no era precisamente el valor a explotar en los anuncios de la época. Y sin embargo, se hacía…

Mientras hoy nos preocupamos de si es mejor una tableta de 7 o de 10 pulgadas, hace tres décadas el ordenador que rompía moldes era aquel capaz de ser levantado por un ser humano con sus propias manos. Y no digamos ya los que se podían transportar desde casa al trabajo con cierto esfuerzo o un vehículo en condiciones…

Sin embargo, no todo fue malo…

Como en todos los ámbitos y sectores, siempre hay piezas que superaron tópicos y presentaron realmente al producto como fruto de su tiempo y de los venideros.

De esas pocas piezas elegidas para perdurar sin mancha en el recuerdo de todos, nos quedamos evidentemente con ‘1984‘ de Apple: el spot que sirvió para presentar el primer Mac y que ganó el Gran Premio del Festival de Publicidad de Cannes del mismo año.

Por muy vergonzosos que nos resulten muchos de estos anuncios, la publicidad tiene un valor innegable para enseñarnos lo que avanza la tecnología.

¿Qué anuncios de ordenadores os marcaron? ¿Cuáles os atrajeron al mundo de la informática? ¿Veremos los de hoy en día con los mismos ojos en algún futuro?

Abel Bueno

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