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Por qué me gustan las redes sociales pequeñas

Fabrizio Ferri-Benedetti

Fabrizio Ferri-Benedetti

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Tengo 240 amigos en Facebook. A algunos les cuento mi vida. A otros solo les paso enlaces. Unos cuantos están ahí simplemente por compromiso. Es inevitable: Facebook lo pone muy fácil para añadir gente. Todos están ahí.

Pero no todos mis amigos son igual de importantes para mí, aunque Facebook me los ponga delante todos los días. Me siento en la obligación de hablarles todos a la vez, como si estuvieran en una sola, enorme habitación. Y eso me agota. Me harta.

Por qué me gustan las redes sociales pequeñas

Cansado de las redes demasiado sociales, empiezo a usar cada vez más las redes pequeñas, como Path, que muchos no dudan en tildar de “Facebook con la gente que te importa”. ¿Son esas redes íntimas el futuro? Para mí, sí.

Mi tribu se ha vuelto de repente muy grande

Érase una vez la red sin redes, un poblado en el que la comunicación se efectuaba en pequeñas islas. La gente te tenía que buscar. Quien te conocía te enviaba un correo o un SMS, o participaba contigo en una lista de distribución o un foro.

No nos engañemos: la Red 1.0 era más aburrida, solitaria y lenta. Pero también era más tranquila. El estrés de las redes sociales y de los smartphones todavía no había llegado. Esa presión no existía todavía.

Con Facebook hemos tenido la socialización más furiosa de nuestro entorno. Las personas se han conectado cada vez más. Es la misión de Facebook: un sueño de humanidad conectada y felizmente enganchada al móvil.

Facebook: rechazo y estancamiento

Personas que han rechazado las redes sociales las hubo desde el principio. Gente que dejaba Facebook, que se borraba para siempre, o que simplemente pasaba a odiarlo y sufrirlo en silencio, indispensable como era para seguir virtualmente vivo.

Pero, por muchas quejas y bajas que hubiera, Facebook seguía creciendo. El suyo ha sido un tsunami que se ha llevado a todos por delante, absorbiéndonos gracias a su irresistible carácter viral. Facebook, en suma, es un fenómeno que nos ha contagiado a todos por igual.

Hasta hoy. Al parecer, el crecimiento de Facebook se está estancando, y las personas empiezan a preguntarse cuál es el propósito de estar ahí, en medio de una red tan amplia y que no parece aportar experiencias satisfactorias.

Bienvenidas a mi vida, redes pequeñas

En este contexto de insatisfacción y estancamiento de Facebook, nuevas redes están apareciendo de la nada y prosperando. Limitadas en tamaño y propósito, las redes íntimas aspiran a hacerse un hueco en nuestras vidas y en la Red.

Y al cabo de poco tiempo, estas redes se han multiplicado. El caso más revelador es Path, una red que admite al máximo 150 contactos -antes solo 50- y que se concibió a partir de una idea muy simple: compartir tu vida solo con quien te importa.

Hay muchas más, por supuesto: desde Couple.me, una red para parejas, hasta FamilyLeaf, un lugar virtual en el que compartir fotos y pensamientos con tus allegados, solo por citar dos que han gozado de gran cobertura mediática.

El éxito de las redes pequeñas es psicológico

Cuando comparto algo no quiero pensar en quién lo verá o no y en las consecuencias que eso pueda tener. Facebook o Google+ permiten controlar minuciosamente la privacidad y los canales por los que publicas, pero eso requiere un trabajo mental constante. Las redes pequeñas alivian esta presión cognitiva.

Facebook, el libro de las caras. Los rostros siguen ahí incluso cuando bajas su volumen

Con las redes pequeñas los errores sociales se minimizan. Un ejemplo es el que da Jamie Murai, confundador de Pair: “A veces envías un mensaje a tu novia, pero acaba llegándole a un compañero de trabajo. Con Pair eso jamás puede ocurrir. ”

Pair (Couple.me) es una red social para parejas. Equivocarse de destinatario es imposible

El secreto de estas redes reside pues en la menor carga cognitiva a la que nos obligan. En otras palabras, las redes sociales pequeñas hacen trabajar menos nuestro cerebro, lo que se traduce en una experiencia más fluida y agradable.

Facebook no puede ser una red íntima

El argumento de que una red pequeña es lo mismo que una lista, grupo o círculo de una red grande no me vale. En esencia son dos cosas parecidas, pero mientras que las listas requieren un constante mantenimiento y esfuerzo, las redes pequeñas, no.

Y además, la forma de compartir es distinta. Por muy experto que yo sea, Facebook me hace dudar constantemente sobre si lo que acabo de compartir lo verá Fulano o Mengano. También coarta mi libertad de expresión, pues me obliga a escribir para un público muy variado.

Podría, por supuesto, borrar amigos de Facebook hasta quedarme con 150. Es el famoso Número de Dunbar, una cantidad de amigos que, según este eminente antropólogo británico, representa la cantidad de personas que el ser humano puede tener con comodidad en su grupo social.

150 personas, el número máximo de relaciones personales (imagen de Applum)

Pero borrar amigos es embarazoso y deprimente, y además no frena el constante aluvión de solicitudes y sugerencias a la que Facebook me somete a diario. Y lo que es más: aunque yo comparta cosas personales, los demás puede que no lo hagan.

¿Sobrevivirán las redes sociales pequeñas?

La gran duda es si las redes sociales pequeñas serán rentables. Las redes grandes sobreviven gracias a la generación de ruido, el chismorreo y el aumento de tamaño de su base de usuarios. Más amigos significan más noticias y más páginas vistas, lo que lleva a más clic en la publicidad.

Path y otras redes pequeñas no pueden basar su negocio en el ruido ni en la cantidad. Por otro lado, la presencia de publicidad en un servicio tan privado resultaría invasiva. La opción más clara para este tipo de redes es el cobro de una pequeña suscripción anual, como ya lo hace WhatsApp para mantenerse libre de anuncios.

Otra objeción sobre la existencia de redes sociales pequeñas es la fragmentación a la que supuestamente nos obligan. “¿En serio hacía falta una red más?”, parecen preguntarse algunos expertos. En mi opinión, sí: en el momento en que una red social grande me obliga a fragmentar mi identidad creando listas, tengo la opción de llevar esos fragmentos a otra parte.

Si Path y las demás redes pequeñas caen, queda la opción de montar una red social privada entre amigos. O volver a SMS y correos electrónicos, los cuales, según Dave Morin –creador de Path-, son la verdadera competencia de las redes pequeñas.

Yo, de momento, seguiré explorando las redes pequeñas. Estoy seguro de que me ofrecerán un espacio de comunicación más relajado y significativo. ¿Y Facebook? La usaré como red social intermedia: menos pública que Twitter o un blog, pero menos íntima que Path o Pair.

Fabrizio Ferri-Benedetti

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