Cada vez hay más gente que se ve seducida por la tecnología, a otros no les queda más remedio que ponerse al día y son pocos los que pueden vivir al margen de ella. Nos hace más productivos, nos facilita el trabajo y hay quien afirma que nos hace más sociables. Tan cierto como que cada vez hay más miopes porque nos pasamos el día delante de la pantalla.
En cualquier caso, a muchos les llega a saturar tanto widget, gadget, programa, dispositivo, etc. En mi caso a veces me evado psicológicamente en una casa imaginaria de piedra y madera de un monte al que no ha llegado ni Internet, ni la cobertura telefónica, ni electricidad, ni nada.
En vacaciones ni se me ocurre mirar una pantalla; no puedo prescindir del móvil pero me limito a llamar a y recibir llamadas con él. Los juegos, como el marisco, los cato una vez al año si es que toca.
A veces pienso que me he convertido en un periférico más. Supongo que en un estado de hastío similar se inventó la máquina del suicidio 2.0.
Es difícil escribir nuestro nombre en Google y que no aparezca algo. Que si el BOE, que si un acta del colegio, la universidad, los resultados de una oposición, perfiles en páginas web, etc. La máquina del suicidio borra la identidad digital de quien se haya cansado de vivir en el ciberespacio.
Dando las contraseñas de portales como Facebook, Linkedin, Myspace y Twitter, borra nuestros perfiles en lo que tarda en bajar la cuchilla de una guillotina. Bueno, es un poco exagerado, según el autor de Suicide machine el proceso dura casi una hora.
El mismo tiempo que otra máquina del suicidio digital con un nombre muy sugerente: Seppukoo. Las dos páginas cumplen la misma función, cosa que no hace ninguna gracia a portales como Facebook que están presionando para que nadie pueda borrar su perfil desde una página externa.
La verdad es que a veces tienta eso del suicidio 2.0, al menos un rato, a mí enseguida se me pasan las ganas y prefiero seguir escribiendo y aportando cosas a la Red. ¿Será una muerte dulce?
[vimeo]http://vimeo.com/8223187[/vimeo]
