Publicidad

Artículo

Un juego independiente a tener muy en cuenta

Pierre

Pierre

  • Actualizado:

Después de otros proyectos menores, Amanita Design se ha dedicado en cuerpo y alma durante dos años a la creación de Machinarium. Un juego claramente independiente, con una distribución mínima enfocada en exclusiva bajo Steam, y una campaña de marketing de tan sólo 1.000$.

Historia: Tierno y sencillo

Machinarium nos cuenta una historia sencilla, casi infantil. Es un juego sin nombres de ningún tipo, no hay letras ni palabras habladas o escritas, es por ello que nuestro protagonista no tiene nombre, como tampoco lo tendrán el resto de personajes que desfilarán por la pantalla.

Nosotros somos un pequeño robot en un mundo de robots. Comenzamos en el desguace, desmantelados y sin saber porqué hemos sido lanzados a la basura. Después de remontarnos, regresaremos a la ciudad de robots, allí nos encontraremos con otros tres robots, personajes malignos que como si fueran matones de escuela tienen atormentados a gran parte de los habitantes.

Así, en nuestro viaje hacia “donde-no-sabemos”, iremos ayudando a toda esa gente perjudicada por los matones. La solución de sus problemas nos permite continuar viajando, por lo que estaremos obligados, más por necesidad que por caridad, a echarles una mano.

El peso del juego reside en lo entrañable que es el mundo de Machinarium. Un juego que desprende nostalgia, con personajes robots resignados a su destino, mezclando lo bizarro con lo entrañable.

Control: Simple y accesible

Esta es una aventura gráfica de la vieja escuela. De Point & Clic. Moveremos el ratón para controlar el robot por la pantalla, el inventario es en realidad su estómago (al coger un objeto se lo comerá) y no suele estar muy lleno de objetos, y el protagonista puede estirarse y encogerse a voluntad como si tuviera un muelle (lo que abre nuevas posibilidades en algunos puzles).

El genio de Machinarium reside sin ninguna dudas en su extremada simplicidad. Es un juego que tiene un control adelgazado, mínimo. Una interfaz que se explica por sí misma. Y una historia que evoluciona sin una sola palabra gracias a unos diálogos que se cuentan a través de dibujos y animaciones en bocadillos, como si fuera un cómic.

Características: Una aventura para recordar

Es imposible perder el hilo de la historia o no saber qué está sucediendo. El juego avanza, los personajes que nos encontramos nos cuentan sus problemas y nos sugieren, a veces, cómo solucionarlos. Nos piden ayuda y debemos dársela para seguir en nuestro viaje.

Los puzles, que siempre son lógicos y sin mala idea, tienen una resolución brillante, limpia. Nos costarán más o nos costarán menos, pero siempre nos satisface cómo acaban y la forma en que nos abren puertas para continuar el juego.

Muchos de ellos son complicados, no por la forma en que tenemos para solucionarlos, sino porque tendremos que estar muy atentos a lo que sucede en pantalla. Hay varios puzles a lo largo de la aventura cuya resolución dependerá de hacer clic en un objeto del escenario muy, muy concreto. A veces pasarán desapercibidos mientras nos rompemos la cabeza para superar esa puerta o conseguir un objeto, cuando la solución está justo delante de nuestras narices y sólo es cuestión de hacer clic en el sitio oportuno. De este modo entra en juego no sólo nuestra capacidad de lógica sino también la de observación.

Otras veces, la aventura se mezcla con pequeños minijuegos, a veces clásicos juegos mil veces jugados antes, a veces nuevos y originales. Son momentos en los que paramos la exploración para coger los cursores y jugar como si no estuviéramos en una aventura gráfica. Dentro de Machinarium incluso hay una pequeña versión de Space Invaders que deberemos jugar a conciencia para continuar nuestro viaje.

Machinarium no es un juego excesivamente largo, ni tampoco difícil. Hay momentos de atasque, como no podría ser de otra forma, e incluso algunos pueden desesperar. Pero nada que la observación y la lógica no solucionen. Una pega es que la progresión del juego no ha sido bien medida, en ocasiones los puzles y sub-puzles son realmente complicados para posteriormente pasar a una sección del juego con rompecabezas de lo más simples. Una curva de dificultad más sostenida, de menos a más, quizá habría sido más apropiada.

Por cierto, si quedamos atascados hay un botón de ayuda que nos da pistas, cada vez más claras según pulsamos y pulsamos. Y ya, si estamos realmente desesperados hay una guía de juego accesible en todo momento si superamos un minijuego de matamarcianos, que funciona a modo de seguridad. Esta guía es una pequeña pieza de genialidad, explicándonos sólo con dibujos y sin nada de texto (como el resto del juego) el paso a paso para solucionar tal o cual puzle.

Calidad: Un diseño maestro

Visualmente Machinarium es exquisito. Cada pantalla está dibujada y coloreada a mano. Son dibujos que tienen un arte y un trabajo detrás casi inimaginable, y esta calidad se repite a lo largo de todo el juego. Cada escenario tiene varios planos de profundidad, con pequeñas animaciones extra que dan vida a lo que vemos en pantalla.

El mundo de Machinarium se mueve entre la melancolía de un pasado que fue glorioso y la decadencia de un presente sin futuro. Todos los edificios y localizaciones del juego aparecen desgastados, descuidados o rotos, sugiriéndonos que allí pasó algo hace mucho, mucho tiempo, algo que nunca sabremos.

No son muchos los robots que viven en la ciudad de Machinarium, y casi todos están en las últimas, lo que nos provoca un sentimiento de ternura infantil y empatía total con esos personajes atrapados en una vida sin esperanza.

Y todos estos sentimientos se logran gracias única y exclusivamente a los excelentes dibujos, estáticos y animados, que desfilan delante de nuestros ojos.

Una de las grandezas de que los gráficos se hayan producido de esta forma es que escenarios, personajes y objetos conviven en un único plano. Es decir, en otras aventuras gráficas nos quedaba claro que teníamos que coger un objeto porque resaltaba del escenario, era como si escenario y objeto fueran dos cosas diferentes. En Machinarium, todo es todo, lo que complica saber a veces dónde tenemos que hacer clic o cual objeto se puede coger y cual no.

Otro punto a destacar son por supuesto las animaciones de los personajes. El diseño de éstos por sí mismo ya es para destaparse el sombrero, pero las animaciones desprenden parte de este genio que se disfruta en todo el juego.

Por último, pero no menos importante encontramos el sonido, con una banda sonora abrumadora que mezcla melodías melancólicas, creadas con sonidos industriales o metálicos, con momentos de un silencio pacificador.

En definitiva, Machinarium pertenece a esta nueva oleada de videojuegos (como Braid o Flower) que no sólo quieren entretenernos sino que también desean que sintamos algo haciéndolo. Y gracias al apartado visual y sonoro, vaya si lo consigue.

Conclusiones: Una humilde joya

Machinarium es una pequeña joya del videojuego. Una aventura gráfica muy fácil de jugar, con puzles complicados a veces sí, a veces no, pero con una dificultad contenida para hacernos disfrutar.

Lo mejor del juego se concentra en dos puntos. Por un lado en lo interesante que es avanzar en el juego, gracias en parte a los puzles y rompecabezas, y al carisma de los personajes y sus pequeñas historias personales.

Por el otro, en el excelente diseño artístico que impacta desde el primer minuto. Unos gráficos (más bien dibujos) que son un gozo verlos en movimiento, y una música embriagadora de excelente composición.

Machinarium es un juego que no tiene pretensiones, no desea vender miles de millones de copias, con un origen humilde pero que, sencillamente, se disfruta muchísimo jugándolo.

Pierre

Pierre

Lo último de Pierre

Directrices editoriales