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El arte de podar programas

Fabrizio Ferri-Benedetti

Fabrizio Ferri-Benedetti

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¡Bonsai!No todos los programas ofrecen instalaciones personalizadas. Y aunque lo hagan, eso no garantiza que ocupen menos espacio en el disco duro, o que se ejecuten con mayor presteza. Hay aplicaciones que se despliegan con el donaire de un meteorito, siendo bien poco lo que podemos hacer al respecto. A menos que probemos utilidades de “adelgazamiento”. Dicho así suena a liposucción de código, una definición que no anda muy desencaminada.

Hay toda una categoría de herramientas que reducen el tamaño de los programas instalados o por instalar siguiendo criterios predefinidos, sin quitar un ápice de funcionalidad. Otras apuestan por “espolear” -en sentido figurado- aplicaciones de por sí muy lentas. Y luego están las versiones ligeras no-oficiales, creadas a partir de los componentes más útiles de una suite. ¿El objetivo? Usar los mismos programas optimizando los recursos disponibles.

Cada uno suele optar por una estrategia diferente. Por ejemplo, Monolingual (para OS X) borra los ficheros de los idiomas no utilizados, mientras que Sweepi (para Windows) hace otro tanto con ficheros temporales. Quienes estén más desesperados pueden optar por eliminar partes de un programa que no le interesen, como la ayuda, los ejemplos y otros ficheros a los que no solemos acceder, con utilidades como CCleaner o FileMaid.

¡Aligera tus programas!Pero no todo es borrar, eliminar o desintegrar. Los ejecutables pueden reducirse de tamaño con UPX, que comprime el código binario con resultados espectaculares. También es posible desactivar módulos y DLL de los programas cargados en memoria, por ejemplo con Faber Toys o RegDllView. Tales operaciones requieren, por lo general, conocimientos avanzados: un paso en falso podría tener consecuencias imprevistas (como inutilizar el programa blanco de nuestros “cuidados intensivos”).

También existen los aceleradores, utilidades que optimizan la carga de un programa concreto. Dos ejemplos conocidos son  PDF SpeedUp o Adobe Photoshop SpeedUp. En ambos casos, la cantidad de módulos que se cargan por defecto enlentece sobremanera la ejecución, con lo que desactivarlos, si bien recorta un poco las funciones, evita la aparición de canas durante las sesiones de trabajo. Probar las últimas versiones de Photoshop en un Pentium III requiere la paciencia de un faquir, con lo que toda ayuda es bienvenida.

Ahora bien, ¿por qué recortar el software como un bonsái si podemos obtenerlo ya reducido? Desde hace años se ha dado una proliferación de versiones lite de programas muy populares que habían engordado en exceso o cuya instalación era demasiado aparatosa. Entre las más destacadas cabe mencionar Nero Micro, Nero Lite, Quicktime Lite, Adobe Reader 9 Lite y Ares Lite. Si saltamos al nivel superior, el del sistema operativo, nLite y vLite dan al usuario el poder de configurar la instalación de Windows XP o Vista a su antojo.

La pregunta es si realmente vale la pena dedicar tantos esfuerzos para obtener pequeñas reducciones en el espacio ocupado o en el gasto de memoria. En ordenadores antiguos, la respuesta es afirmativa. En los más modernos, por otro lado, la diferencia se notará menos. Como siempre, la elección recae en vosotros.

Fabrizio Ferri-Benedetti

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